martes, 13 de enero de 2009

recuerdos

Estoy aquí intentando no pensar, no recordar pero la tranquilidad se rompe, cada rato vuelvo a escuchar en mi cabeza los aviones. Cuando oíamos las sirenas, nos escondíamos todos en la habitación de la madre donde había reunido varios colchones, aun sabiendo que no impediría que pasara algo si tenia que pasar, pero el solo hecho de estar todos abrazados y ver reflejada en la carita de los hermanos pequeños la seguridad que les daba estar allí, con mis brazos rodeándoles, susurrando cosas dulces y suplicando que esta vez no pasase nada, llevaba sirviendo en esa casa más de 2 años y eran como mi familia, de repente se dejó de oír el zumbido de los aviones, despacio salimos de nuestro cobijo y mi instinto me manda que me asome por la ventana con discreción para observar si ya a pasado todo, el espectáculo es horrible, donde estaba la casa de Antonet solo hay una montaña de piedras, grito, salgo despavorida a la calle, lo que antes era la casa de mi vecino ahora solo son escombros. mis gritos son acompañados ahora por los de las mujeres de la vecindario, los pocos hombres que hay las obligan a alejar a los niños, antes de que se me llevaran pude ver el cuerpo pequeño y frágil de Empar, la hermana pequeña de Antonet, al que se llevaron arrastras, estaba paralizado no decía nada, sus ojos estaban como congelados, su cuerpo temblaba como una hoja al viento, no parecía humano, su rostro estaba desencajado, su piel era casi tan blanca como el polvo que aun flotaba en el aire. De esto hace mas de 40 años y aun lo recuerdo como si hubiera sido esta mañana, a los pocos días antonet se fue del pueblo y nunca volvimos a saber de el, dicen que se fue a otro país, también que se fue con unos tíos suyos, yo solo se que no volví a charlar con mi vecino. No puedo decir que fui infeliz mi adolescencia no me dejo darme cuenta que aquello no era un juego y que quien se iba no volvía, era demasiado niña para darme cuenta de todo y demasiado adulta para ignorarlo.

Desp
ués de una larga pesadilla vino lo que parecía la calma, las bombas habían parado, los militares no estaban todo el día por las calles. Todo empezaba a funcionar intentando hacer como si nada hubiera ocurrido. La gente procuro rehacer su vida, olvidando, mas por miedo que por ganas, al principio mi inocencia no me dejo ver que en realidad la guerra no había terminado, solo era distinta, no nos bombardeaban o fusilaban en masa pero aniquilaban nuestras ansias, todo paso a ser pecado o delito. Mi hermano fue encarcelado por no pensar lo que ellos querían, delatado por alguien del pueblo, mí marido fue detenido, llevado a un campo de concentración y torturado, un día de visita al llegar lo vi al otro lado de la verja y eche a correr hacia el, oí voces que me dieron el alto pero mi ansia por sentir sus labios me hizo seguir, podrían habarme matado, una mujer mayor que le llevaba comida a su hijo se acerco diciendo que era mi madre que me perdonaran por ser tan inconsciente, el guardia se limito a separarme de la verja y acercarme su arma, me aleje pero en mi quedo grabado aquel beso. Cuando lo creían moribundo, me mandaron a buscarlo. Aun vivió lo suficiente para darme dos hijos maravillosos, una de ellas tu madre, mi querida niña, siento que no pudieras conocerlo. Murió debido a las enfermedades que cogió en su cautiverio del que nunca quiso hablar. Desde entonces decidí dedicar mi vida a cuidar de mi familia, a enseñaros que esto no es por lo que tu abuelo y yo luchamos, la democracia no era lo que yo creía.
Estas palabras las oí durante años, cada noche antes de dormir le pedía a mi abuela que me contara cosas de mi abuelo, de ella, como se conocieron, no es lo mas bonito que me contó pero creo que fue el principio de su madurez como persona. De ella aprendí mucho, por eso he querido relatar con mis palabras lo que tantas veces me contó, mientras acariciaba mi pelo. mis sentimientos que nunca morirán.

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